Sin una lógica,
sin derivar en un fin
se expande febril
hasta lo pétreo
este desmesurado deseo.
Sin un rostro,
sin voz y aun así
se incuba entre mis venas
esta debilidad voraz
corporizada en mí.
Fluye vertiginosa
por las visiones de mi exaltación,
y se vuelve espesura
que plasma en tu nombre
lo que ves.